La dieta disociada nos invita a separar a los alimentos por grupos y la regla general es no
mezclarlos a la hora de realizar una comida, es decir, en la
dieta disociada
no se cuentan las calorías que cada alimento nos aporta, sino que se evitan comer algunos alimentos
junto con otros para no agregar al cuerpo más grasas o carbohidratos, para esto vamos a conocer
cuáles son en general los grupos más significativos.
Los carbohidratos nos sirven principalmente para aportar energía a nuestro
cuerpo y se encuentran divididos en carbohidratos simples (azucares simples) y carbohidratos
complejos. Los azucares simples son la fructuosa (que se encuentra en las frutas), la galactosa
(proveniente de la leche y sus derivados), la sacarosa (azúcar normalmente conocida) y la miel. Los
carbohidratos complejos provienen de los cereales (el pan por ejemplo), algunas verduras (papa o
patata) y las legumbres (lentejas, soja, habas, etc.)
Las frutas forman otro grupo para la dieta disociada e incluye todas las que
conocemos sean o no de temporada: uvas, manzanas, plátanos, mandarina, fresas, melón, papaya,
limones, kiwi, piña, etc. Algo importante en este grupo es consumir por separado las frutas dulces
de las ácidas, de esta manera todos los cítricos deben de consumirse solos, incluyendo la piña,
pudiendo mezclar solo aquellos que son dulces.
Después tenemos las grasas, que incluye todos los aceites, las margarinas,
mantequillas y los alimentos que las contengan (nueces, chocolate, pistachos, etc.) Aunque este
grupo está permitido, hay que tener cuidado con las grasas saturadas y de preferencia evitarlas
totalmente, pues harán más lenta la pérdida de peso.
Las proteínas forman el tercer grupo, formado por las carnes rojas, los pescados
y mariscos, productos lácteos y huevos.
Por último tenemos las verduras: calabaza, zanahoria, chayote, coliflor,
berenjena, pimiento, cebolla, acelgas, espinacas, etc.
Ubicar y detectar adecuadamente cada uno de estos grupos es la base para el
éxito de la
dieta disociada,
pues su teoría nos dice que por ningún motivo debemos de mezclar alimentos de estos cinco grupos en
una sola comida. Las comidas que se deben realizar en total durante el día son cinco, evitando
saltar alguna de ellas, en especial el desayuno. Realizando cinco comidas diarias se activa el
metabolismo y se evitan los atracones de comida que genera el hambre cuando se llevan varias horas
sin probar bocado alguno.
Además hay una serie de instrucciones que deben ser seguidas al pie de la letra
en este régimen alimenticio. Por ejemplo, para el desayuno siempre se debe de incluir la fruta en
el menú y también a media mañana. Por la noche, nuestra cena debe de contener proteínas, como carne
o pescado a la plancha. Las grasas solo deben de consumirse a mediodía, pues el cuerpo necesita
energía y estas calorías pueden ser quemadas con la actividad diaria.
Las verduras son una excelente opción para la comida principal del día, aunque
su digestión es muy rápida, la sensación de saciedad que generan nos ayudan a sentirnos tranquilos
y sin ansiedad por comer. Lo mejor es tomar solo agua natural, los refrescos y aguas de sabores
están prohibidos, y como en otras dietas se recomienda consumir mínimo dos litros de agua
diarios.
Normalmente se aconseja que este régimen sea seguido hasta por treinta días
continuos, teniendo un éxito de hasta cuatro kilos por semana. Sin embargo, como siempre surge la
advertencia de que después de realizarla tenemos que seguir un estilo de vida sano, procurar el
ejercicio y no volver a los viejos hábitos alimenticios, pues de lo contrario el peso perdido se
recobrará rápidamente.
Aunque se ha tratado de basar esta dieta en conocimiento científico, los
doctores aun no avalan del todo su teoría, pues los expertos en este régimen afirman que el sistema
digestivo no está preparado para separar y eliminar gran cantidad de alimentos de diferentes
grupos, por lo que su trabajo se hace más lento y se almacena más grasa. Sea esto cierto o no,
miles de personas han probado su eficacia y están realmente satisfechos con los resultados.
Hay un factor psicológico social que ayuda bastante a la efectividad de esta
dieta, y es el hecho de estar acostumbrados a la combinación de ciertos alimentos y al dejar de
consumirlos juntos perdemos el gusto por ellos. Por ejemplo, todo mundo se imagina un pedazo de
carne acompañado de puré de papa y una pieza de pan, este sería un platillo común en la mesa de
muchas personas. Pero con la
dieta disociada
solo se puede consumir en una comida la carne, en otra separada la papa y en otra más el pan, de
esta manera ya no se disfruta igual y se consumen menos cantidad de alimentos.
Esta dieta tiene sus variantes, pues hay quienes la utilizan como un método
exprés para bajar de peso, para lo cual se ponen un límite de diez días. La gran diferencia con el
método tradicional de la dieta disociada es que los alimentos se siguen dividiendo en grupos pero
cada día solo se puede comer de un grupo de ellos, por ejemplo el primer día solo frutas, el
segundo solo verduras, el tercero solo lácteos, el cuarto proteínas y así sucesivamente, excluyendo
completamente las grasas. Aunque solo está permitido realizar este régimen una vez al año, no es
muy recomendable para todas las personas que puedan optar por una dieta que tenga una mayor
duración pero resultados más duraderos.
En general no se recomienda para personas que tengan un serio problema de
obesidad, sobre todo cuando su salud está o ha estado en riesgo. Pero su tasa de efectividad con
problemas de sobrepeso es realmente alentadora. Sobre todo porque las personas no sienten que estén
en una dieta como tal, ya que pueden consumir cantidades sin límite de cada grupo, por lo que no se
quedan con hambre. Otros se han referido a ella como una manera de educarse en la comida y aprender
a mezclar adecuadamente alimentos.
Como siempre se recomienda visitar a un especialista, quien nos ayudará a
evaluar nuestra salud antes de someternos a un cambio alimenticio.